🧠 Mito de la semana: “Si no tomo alcohol, no puedo tener hígado graso”
Esa frase todavía la escucho en el consultorio:
“Doctor, imposible que yo tenga hígado graso… ¡si casi no tomo trago!”
Durante años se pensó que el hígado graso era asunto de bebedores empedernidos.
Pero la ciencia dio un giro importante: la mayoría de los casos de hígado graso no tienen nada que ver con el alcohol, sino con problemas metabólicos como la resistencia a la insulina, la obesidad abdominal, la hipertensión o los triglicéridos altos.
Tanto cambió la historia que hasta el nombre médico fue actualizado.
Antes se hablaba de “hígado graso no alcohólico” (NAFLD, por sus siglas en inglés).
El problema de ese término es que definía la enfermedad por lo que no era (no alcohólica), en lugar de por lo que sí es.
Hoy el nombre correcto es MASLD, que significa Metabolic dysfunction–Associated Steatotic Liver Disease, o en español:
“enfermedad hepática por grasa asociada a disfunción metabólica.”
Esto abarca a las personas con grasa en el hígado más al menos un factor metabólico alterado, como glucosa alta, presión elevada, sobrepeso o exceso de grasa abdominal, colesterol o triglicéridos elevados.
Y cuando además de grasa en el hígado hay inflamación y daño celular en el hígado, el diagnóstico cambia a MASH (Metabolic dysfunction–Associated Steatohepatitis), antes llamado NASH (Non-Alcoholic Steatohepatitis).
En resumen:
MASLD = hígado con grasa + alteraciones metabólicas.
MASH = lo mismo, pero con inflamación y riesgo de fibrosis.
NASH = el término antiguo que ya se dejó atrás.
Este cambio de nombres no es una moda médica: es una forma de recordarnos que el problema no está en la botella, sino en el metabolismo.
El hígado graso moderno no es producto del ron ni del vino, sino del exceso de azúcar, el sedentarismo y las calorías sin gasto.
Y lo más peligroso es su silencio: el MASLD no duele, no da síntomas al principio, y cuando se descubre, ya puede haber daño avanzado.
Por eso decimos que es el nuevo inquilino silencioso del cuerpo:
vive contigo, no se queja… pero un día te manda la cuenta del arriendo con intereses.
🔬 Análisis de un resultado clínico: ¿qué pido y cómo lo interpreto?
El hígado graso —o mejor dicho, MASLD— el inquilino que no da problemas: paga puntual, no hace ruido, pero un día el vecino del inquilino te avisa que el apartamento huele raro.
Y ahí descubres que lleva meses acumulando cajas, grasa y desorden sin avisar.
Por eso, aunque no sientas nada, hay que asomarse de vez en cuando al hígado.
La buena noticia es que no hace falta cirugía ni biopsia para saber cómo está: basta con unos exámenes sencillos y saber interpretarlos.
🧪 1. Las transaminasas: los chismosos del laboratorio
Los primeros en dar pistas son las famosas transaminasas, esas siglas que parecen nombres de nave espacial: ALT (GPT) y AST (GOT).
Son enzimas que viven dentro de las células del hígado, y cuando el órgano se irrita o se daña, se escapan a la sangre.
Si suben, algo está molestando al hígado… aunque ojo: a veces están normales y el hígado igual tiene grasa.
Por eso no hay que confiarse. Es como creer que tu carro está perfecto solo porque no suena raro —hasta que se prende la luz del aceite.
ALT (GPT): es la más sensible para detectar grasa en el hígado.
AST (GOT): puede subir también por problemas musculares o por alcohol.
GGT (Gamma GT): a veces sube con el alcohol, medicamentos o exceso de grasa.
Si los valores están elevados, conviene hacer el siguiente paso: una ecografía.
🖥️ 2. La ecografía: la foto del hígado
La ecografía es como una selfie del hígado.
Si el médico te dice que “se ve brillante”, no te está halagando: significa acumulación de grasa.
El radiólogo suele clasificarla como grado 1, 2 o 3, dependiendo de cuánto refleje el ultrasonido.
Pero aquí viene la trampa: la ecografía detecta grasa, no mide fibrosis, es decir, no dice si el hígado se está endureciendo.
Por eso necesitamos un examen adicional que actúa como “el medidor de estrés” del hígado: el FIB-4.
🧮 3. El FIB-4: el test que calcula el riesgo sin pincharte
El FIB-4 combina datos que ya tienes en tus análisis: edad, AST, ALT y plaquetas.
Sirve para estimar el grado de fibrosis (cicatrización) sin necesidad de biopsia.
La fórmula suena complicada, pero el laboratorio o tu médico la pueden calcular fácilmente:
FIB-4 = (Edad × AST) ÷ (Plaquetas × √ALT)
Y la interpretación es muy práctica:
Menos de 1.3 → el hígado está tranquilo, sin fibrosis.
Entre 1.3 y 2.67 → zona gris; conviene una elastografía (el famoso FibroScan).
Más de 2.67 → alto riesgo de fibrosis avanzada; se recomienda valoración especializada.
Si tienes más de 65 años, el umbral inferior cambia un poco (alrededor de 2.0), porque con la edad el cálculo puede salir artificialmente alto.
Piénsalo así: el FIB-4 es como revisar el historial crediticio del hígado.
Te dice si solo está atrasado con los pagos (grasa), o si ya tiene la tarjeta reventada (fibrosis).
🧩 4. Otros exámenes útiles
Triglicéridos y colesterol HDL: cuando están alterados, apuntan a síndrome metabólico, una de las raíces del MASLD.
Glucosa e insulina: si están elevadas, hay resistencia a la insulina, el combustible del hígado graso.
Ferritina: puede subir por inflamación del hígado o por exceso de hierro.
Y en casos avanzados o dudosos, se puede solicitar una elastografía hepática (FibroScan), que mide la rigidez del hígado en kiloPascales (kPa).
Un valor menor de 8 kPa suele indicar bajo riesgo; más de 12 kPa, fibrosis avanzada.
🍳 Revisión de una vitamina: la vitamina E (cuándo sí y cuándo no)
Durante años se habló de la vitamina E como el “bombero” del hígado: un antioxidante que podía apagar la inflamación y revertir el daño causado por la grasa.
Y, como suele pasar con los bomberos famosos, se exageró un poco su heroísmo.
Es cierto: hay estudios, como el ensayo PIVENS, que mostraron mejoría en la inflamación hepática en algunos pacientes sin diabetes, con lo que antes llamábamos NASH y hoy conocemos como MASH.
Pero también hay otras investigaciones que no encontraron beneficios claros, especialmente en quienes tienen diabetes o sobrepeso avanzado.
Y, para complicar más las cosas, dosis altas de vitamina E (más de 400 UI al día) podrían aumentar ligeramente el riesgo de eventos cardiovasculares o de cáncer de próstata en hombres mayores.
Así que la vitamina E no es ni milagrosa ni inocente.
Podría ser útil en algunos casos de MASH sin diabetes y con inflamación confirmada por biopsia o elastografía, pero no es un tratamiento para todos.
Debe ser indicada por un médico y supervisada, no tomada “porque es natural”.
En cambio, las fuentes naturales de vitamina E son una apuesta segura y deliciosa:
Aceites vegetales (oliva, girasol, germen de trigo).
Frutos secos como almendras y avellanas.
Semillas de girasol, aguacate, espinaca y brócoli.
Piensa en la vitamina E como ese amigo que sabe de incendios, pero al que no conviene invitar a todas las reuniones.
En exceso puede causar problemas, pero en su justa medida —dentro de una dieta rica en vegetales y grasas saludables— ayuda a mantener el hígado y las células en calma.
🏃♂️ Tips de ejercicio: caminar después de comer (y sumarle fuerza)
10–15 min de caminata posprandial reducen picos de glucosa/insulina y le quitan “carga” al hígado. Añade fuerza 2–3×/semana para aumentar masa muscular y mejorar la captación periférica de glucosa/ácidos grasos. (Las guías de MASLD enfatizan cambios de estilo de vida como pilar del manejo).
💊 Interacción de medicamentos: paracetamol y alcohol
Mala dupla para el hígado: el alcohol potencia metabolitos tóxicos del paracetamol (acetaminofen). Regla simple: si bebiste, evita paracetamol por 48 h; en MASLD, prudencia máxima y consulta médica antes de automedicarte. (Recomendación práctica coherente con guías de seguridad hepática).
🧩 Caso clínico de interés: “delgado”, cansado… y con MASLD
Luis, 46 años, cintura algo aumentada, triglicéridos 240, HDL 33. ALT/AST normales.
FIB-4 = 1.1 (bajo). Ecografía: esteatosis. Diagnóstico: MASLD.
Plan: pérdida ponderal de peso 7–10%, caminatas posprandiales y ejercicios de fuerza, dieta con menos ultraprocesados y más proteína/verduras.
A 3 meses: TG 120, HDL 41, mejoría clínica. Moraleja: MASLD no siempre “grita” en las transaminasas; hay que buscarlo con FIB-4 y contexto metabólico.
En mi canal de youtube tengo (hasta el momento) tres videos sobre el tema:




