
Esta semana
Mi primer golpe al orgullo como médico novato.
Avances del podcast con el Dr. Alvaro Burbano, médico diabetólogo.
Omeprazol vs. metformina: duelo inesperado
Ejercicios para “quemar” la grasa del hígado
Encuesta “qué respondería tu cuerpo?”
📁 Del archivo rural: mi primer “encuentro con una raya”
Tenía 23 años y el diploma de médico todavía olía a tinta fresca. Empezaba mi año rural en un pueblo perdido entre el calor, los mosquitos y los murciélagos, a orillas de la ciénaga de Zapayán, donde el ventilador solo servía para repartir el bochorno por igual.
A eso de las diez de la mañana llegó un joven pescador cojeando, con la cara desencajada y el pie envuelto en lo que parecía una toalla de cocina.
—Doctor, me picó una raya.
Yo, que venía de hospitales donde lo más exótico era una picadura por alacrán, me quedé mirándolo con la misma seguridad de un estudiante en su primer día de prácticas. Porque seamos sinceros: en los hospitales de ciudad nadie llega picado por una raya… ni por nada que tenga aletas.
—Ajá… —dije, fingiendo sabiduría— ¿y desde cuándo sientes el dolor?
El hombre me clavó una mirada entre incrédula y resignada:
—Desde que me picó, doctor… ¡no crea que me duele por herencia!
Ahí comprendí que esa consulta iba a ser larga.
Mientras me contaba que el dolor “era como si le metieran corriente al alma”, yo trataba de recordar si en alguna página del Harrison (mi libro de cabecera en esa época) yo había visto algo sobre cómo manejar rayas asesinas. Nada. Silencio académico. Así que procedí a limpiar la herida con agua, solución yodada y un rosario mental para que no me preguntara si sabía lo que hacía.
Y entonces, el golpe de gracia:
—Doctor, ¿no me va a inyectar la xilocaína (un anestésico) que me ponía el doctor Pérez (médico a quien yo reemplacé) en el sitio de la picadura?
Yo respiré hondo, sonreí y respondí con toda la elegancia de la serenidad fingida del que no tiene idea:
—Por supuesto, cómo no... (¡bendito seas, doctor Pérez, dondequiera que estés!)
Al final, el pescador se fue caminando mejor, y yo quedé con la lección tatuada en el orgullo, y desde entonces, cada vez que veo a un colega con el ego encendido pienso: “Este nunca ha tratado pacientes en la ciénaga de Zapayán”.
🎙️ Conversaciones sin bata: lo que todo paciente debe saber
¿De verdad estás sano… o solo sin síntomas?
En este episodio me senté a conversar con el Dr. Álvaro Burbano —gran colega, médico familiar, diabetólogo y profesor universitario— para hablar de esos pacientes que dicen “me siento bien” mientras su cintura mide 113 cm y su glucosa les guiña el ojo desde los 115 mg/dl.
Te vas a ver reflejado en más de uno de estos casos:
El “obeso sano” que cree que su caminata al refrigerador cuenta como ejercicio.
El trabajador estresado que duerme cinco horas y culpa al jefe de su azúcar.
El fumador que dejó el cigarrillo pero no el chorizo.
Y el delgado que jura no tener diabetes… hasta que su páncreas dice “sorpresa, soy dibetes tipo LADA”.
Sin prevenciones —y sin la bata puesta— hablamos de todo:
👉 Cómo detectar la prediabetes antes de que te dé un susto.
👉 Qué exámenes realmente sirven (y cuáles solo llenan el laboratorio).
👉 Por qué el músculo es tu mejor medicamento.
👉 Y cómo la grasa abdominal, el estrés y el mal sueño pueden ser una trilogía más peligrosa que El Padrino.
💊 Omeprazol vs. Metformina: el dúo que no siempre hace buena pareja
Muchos pacientes con prediabetes o diabetes comienzan el día con una rutina digna de laboratorio: una pastilla para el azúcar y otra “para el estómago”. Pero resulta que el omeprazol y la metformina no son precisamente almas gemelas.
El omeprazol —ese famoso protector gástrico que muchos toman “por si acaso”— cambia la acidez del estómago, y con ello interfiere en la absorción de varios nutrientes, especialmente la vitamina B12.
¿Y qué pasa cuando se toma junto con metformina? Que ambos pueden reducir esa vitamina, y con el tiempo, el cuerpo empieza a quejarse: cansancio, hormigueo en manos o pies, y hasta confusión mental.
El paciente, claro, culpa a la metformina (“¡me cae mal, doctor!”), cuando el verdadero saboteador es el omeprazol que lleva meses colado en la rutina sin invitación médica.
Y eso no es todo: al alterar el pH intestinal, el omeprazol puede cambiar el equilibrio de la microbiota, lo que a veces empeora el malestar digestivo que se quería evitar.
Así que si no tienes úlcera, gastritis activa o un médico detrás de ti con el recetario en la mano, el omeprazol diario no es protección: es más bien como ponerse casco para ver televisión.
Moraleja: si tomas metformina y no tienes una úlcera viva protestando, guarda el omeprazol para cuando realmente haga falta. El estómago no necesita escolta todos los días… y menos una que termina robándole la vitamina B12 al cuerpo.
💪 ¿Cuál de estos dos ejercicios derrite más grasa del hígado?


Durante años nos vendieron la idea de que “solo el cardio” quema la grasa del hígado. Pero la ciencia dice otra cosa.
El entrenamiento de fuerza (sí, levantar pesas o hacer ejercicios con bandas) mejora la sensibilidad a la insulina y reduce la grasa hepática incluso sin bajar de peso. Cada músculo nuevo actúa como una bodega vacía donde se guarda la glucosa que antes se acumulaba en el hígado.
Y por otro lado, una simple caminata lenta después de comer —sí, lenta, no maratónica— ayuda a que la glucosa entre suavemente a las células, reduciendo los picos de azúcar y el trabajo del hígado.
Así que la próxima vez que pienses en “eliminar grasa del hígado”, recuerda:
👉 Tu hígado ama tanto el músculo activo como la tranquilidad después del almuerzo.
No necesitas sufrir para mejorar tu metabolismo; necesitas constancia y movimiento inteligente.
Si tu cuerpo hablara, ¿qué te reclamaría primero?
Tu voto hará un paseo exprés por mi sitio web y te dirá las respuestas de otros.

